El médico y criminólogo italiano de origen judío Cesare Lombroso (considerado el fundador de la criminología como ciencia independiente y representante del positivismo criminológico) en su obra «L’Uomo delinquente» desarrolló la teoría del «delincuente nato» o «criminal atávico»
en base a sus estudios biológicos y antropomórficos realizados sobre presidiarios. De acuerdo con dicha teoría el delincuente es una especie de ser atávico que reproduce en su persona los instintos feroces de la humanidad primitiva y los animales inferiores y que está marcado por una serie de anomalías corporales y cerebrales fácilmente reconocibles (mandíbulas enormes, pómulos altos, orejas grandes, frente prominente, insensibilidad al dolor, tatuajes, etc). De acuerdo con Lombroso, el delincuente nato se caracteriza por los siguientes rasgos psicológicos:
insensibilidad moral, precocidad antisocial, vanidad, imprevisión e incorregibilidad. La conclusión a la que llegaba no podía ser otra que la existencia de individuos que debían ser considerados delincuentes desde su nacimiento, ya que estaban fuertemente predestinados al delito. Por el contrario, los representantes de la escuela sociológica francesa (Lacassgne y Tarde entre otros) que abordaron el fenómeno criminal al amparo de los datos de las estadísticas criminales, estudiaron el crimen como un fenómeno social, oponiéndose a las ideas predominantes de la Escuela positiva italiana, y principalmente a la concepción del criminal nato de Lombroso y al carácter biológico de la criminalidad.